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Análisis de El Segundo Sexo

Paula María, 13/11/20

En esta reseña hablaremos sobre una de las obras más importantes de la historia del feminismo: El Segundo Sexo (1949) de Simone de Beauvoir. Pero, primeramente, es necesario tener en cuenta quién es la autora de esta obra.


Simone de Beauvoir (1908-1986), escritora, profesora y filósofa francesa, fue una de las figuras más representativas del feminismo del siglo XX. Destaca su papel a favor de los derechos de las mujeres y contra la desigualdad, además de su lucha por la despenalización del aborto y relaciones sexuales.


El Segundo Sexo es una obra feminista existencialista que basa prácticamente todo el feminismo de la segunda mitad del siglo XX. Aquí Beauvoir analiza la situación de la mujer en sociedades occidentales desde muchos puntos de vista y estudia el porqué de la discriminación hacia ella en la humanidad.


Una vez contextualizado, haremos un esquema sencillo del análisis que he realizado de esta obra.


En primer lugar, su tesis es: «No se nace mujer, se llega a serlo» (pág.26). Aquí vemos un punto esencial tanto para entender la obra como para comprender el feminismo en sí: la mujer es una situación, la mujer es el resultado de un contexto histórico, político y cultural.


Ahora bien, ¿Cómo llega Beauvoir a esta conclusión? Pues, como hemos dicho, su teoría es existencialista. El existencialismo es una doctrina filosófica que entiende que la existencia (aquello que te forma como individuo) es más importante que la esencia (lo que tenemos los seres humanos por el hecho de ser seres humanos). Por tanto, esta doctrina dice, de mano de autores como Heidegger y Sartre, de forma muy resumida, que lo importante es aquello que te forma como individuo, aquello que llegamos a ser con las experiencias (existencia); no aquello que somos simplemente por el hecho de ser (esencia).


Una vez explicado esto, rebobinamos: «No se nace mujer, se llega a serlo». Nuestra autora afirma que lo importante es la existencia y justamente eso es lo que se le ha arrebatado a la mujer. La mujer es una situación, es el resultado de un contexto patriarcal que hace que, conforme vaya existiendo, vaya adquiriendo unos valores de inferioridad. Por tanto, la mujer es el resultado de un contexto liderado por hombres, se la ha reducido a la “esencia” y, por tanto, se le ha privado de su libre “existencia”. Por ello, se le atribuyen ciertos valores, oficios, cualidades entendidas históricamente “de mujer”, porque se le ha reducido a su esencia, o sea, su biología. Y, ¿cuál es la biología de la mujer? Ser madre, principalmente ¿No nos suena que esto siempre haya sido, socialmente, una “obligación”? Esto es debido a lo que nos dice la autora: se la reduce a su esencia.


A esto ella lo llama «Eterno femenino»: la mujer para la sociedad es esencia, no tiene existencia libre. Y esto, obviamente, lo critica porque realmente el eterno femenino no existe, se ha dado por la situación patriarcal. En este punto ella establece el término «alteridad»: la mujer es “lo otro”. Pues, si lo uno es el hombre, lo que no es lo uno será lo otro: la mujer. Si el sujeto de la humanidad es el hombre, el objeto: la mujer. Aquí podríamos hacer una relación con el concepto de esclavitud, pero lo dejaremos para otro artículo si es de vuestro interés.


Esta sería la teoría que basa la obra de El Segundo Sexo. Ahora, os expondré un análisis detallado de las diferentes partes del libro. Pues, el libro se compone de dos partes: Hechos y mitos, y Experiencia vivida.

En la primera parte (Hechos y mitos), nos habla del destino, de la historia y de los mitos.


En cuanto al destino:


La biología. Es un hecho que la biología de la hembra es diferente a la del macho, por lo que vemos distinciones físicas incuestionables. No obstante, ella mantiene que esto no tiene que ser un motivo para subordinar a la mujer. Repetimos, si nos basamos en que el macho por biología es más fuerte que la hembra y por tanto es superior en todos los sentidos, lo que hacemos es reducir a la mujer a su esencia. Pues, de hecho, es eso lo que sucede: maternidad y cuidado de los hijos. Se la reduce a su realidad biológica cuando esta no tiene que condicionar su realidad histórica, que es lo verdaderamente importante (existencia). Como nos dice, la biología no debe ser determinante para lo que la mujer sea en la sociedad.


Respecto a la historia:


Aquí la autora analiza las sociedades occidentales y habla, por ejemplo, de la mujer en Grecia, donde se veía una excepción con el trato hacia ella: las mujeres formaban parte del gobierno y la guerra.

Además, nos expresa, entre otras cosas, que el privilegio económico del que gozan los hombres hace que las mujeres los necesiten y, por tanto, los busquen para ser mantenidas por ellos. O sea, si solo ellos pueden acceder a este mundo de la economía, pues ellas buscan a un hombre para poder tener ese poder económico, si no ninguna mujer podría llegar a tenerlo. Lo relaciona, por ejemplo, con el mito de Cenicienta: necesita a su príncipe para recuperar su zapato.


En cuanto a los mitos:


La visión de la mujer en los mitos, en general, es de fertilidad (diosas griegas o, por ejemplo, La Virgen María del cristianismo). Vemos, por tanto, que la mujer es válida según su fertilidad y, también, su virginidad. Aquí destacamos el fenómeno de alienación: la mujer no es nada si no es virgen o fértil; su valor depende de ello. A su vez, la virginidad está ligada a la juventud: si eres “demasiado” mayor y soltera, cuidado: no atraes tampoco.


Beauvoir hace un análisis del prototipo de mujer de la literatura. En general, los personajes femeninos dependen de los masculinos y se las ve como un simple complemento de ellos, ella lo complementa y lo hace mejor. También nos habla del ideal de mujer representado en los libros, que podemos realmente trasladarlo también a las películas y series de televisión actuales: ella es la que cede, la que deja su vida y al conocer al hombre lo ve como su destino. Aquí se refuerza la idea de que la mujer ha nacido para ser del hombre y estar con él, básicamente. Además, nombra la educación: se las educa para ello, para buscar a su “príncipe azul”.

En la segunda parte (Experiencia Vivida) trata temas como la infancia, la iniciación sexual, la madre, la lesbiana, las prostitutas y hetairas y la situación y carácter.


En primer lugar, en cuanto a la infancia, Beauvoir nos expone que la educación que se le da a las niñas no es la misma que se le da a los niños. Esto hace que la mujer se eduque, no solo diferente, sino de forma “oculta”. Se la educa para ocultarse. Por ejemplo, desde pequeña se sexualiza el cuerpo de la mujer. Realmente todos y todas tenemos pezones y a nosotras se nos tapan de bien pequeñas y se nos enseña a que eso es un órgano sexual y debe ser escondido, entre otras cosas.

En segundo lugar, la iniciación sexual. Nos dice: «La mujer es penetrada y fecundada a través de la vagina, que solo se convierte en centro erótico con la intervención del varón» (pág.442). O sea, nos expone la idea que conocemos de que para la pérdida de esa supuesta virginidad es necesario un pene que se introduzca en la vagina. Aquí, por tanto, estamos suponiendo y diciendo que la mujer necesita, también en el sexo, al hombre. Nos reiteramos: la sexualidad de la mujer queda alienada. ¿Y las lesbianas? ¿Siempre son vírgenes?


Respecto a la lesbiana, la autora también nos dice que es típico tratar a la lesbiana y representarla como una especie de mujer viril, o sea, una mujer masculina. Nos dice: « definir a la lesbiana “viril” por su voluntad de “imitar al hombre” es condenarla a la falta de autenticidad» (pág.478). Es muy destacable aquello que nos remarca entorno a la apariencia de algunas lesbianas: nos dice que lo que hace que las mujeres homosexuales tengan un carácter “viril” no es su vida erótica, o sea, no es el hecho de que les guste las mujeres; sino que esto es debido a « el conjunto de responsabilidades que se ven obligadas a asumir por el hecho de prescindir de ellos» (pág.491).


Es interesante lo que dice entorno a la homosexualidad: « los hombres al afirmarse como sujetos, se afirman al mismo tiempo como separados; considerar al otro como una cosa que hay que tomar es atentar en él, y solidariamente en uno mismo, contra el ideal viril» (dos sujetos son demasiados, demasiado fuertes, sobra uno, por ello no está tan normalizada una pareja homosexual masculina como la femenina). “Por el contrario, la mujer que se reconoce como objeto ve en sus semejantes y en ella misma una presa” (la mujer se sexualiza a sí misma, se reconoce como objeto y se siente atraída por él, lo ha aprendido así: la lesbiana está más normalizada que el gay porque está sexualizada). (Pág.477)


Finalmente, establece que la sexualidad no contiene un factor biológico, sino que es una decisión libre, no hay destino sexual.

Seguidamente, respecto a la mujer como madre, la autora nos habla del aborto y la maternidad. Pues, es vista la maternidad como una vocación natural que debe tener la mujer. Ella nos explica que ser madre debe ser voluntario y que, el aborto es una práctica también voluntaria y muy importante: « los hombres tienen tendencia a tomarse el aborto a la ligera; lo ven como uno de los numerosos accidentes a los que la malignidad de la naturaleza condena a las mujeres, no se dan cuenta de los valores que están en juego» (pág. 589). Este parece que sea algo en contra de la naturaleza, desnaturaliza a la mujer. Pues, si lo natural es tener hijos y lo no natural no tenerlos, imaginaos cuán antinatural debe ser abortar. Ella, como hemos dicho, es una de las que apoyaron el aborto libre: « el control de natalidad y el aborto legal permitirían a la mujer asumir libremente sus maternidades» (pág. 590).


Para ir concluyendo, el tema de las prostitutas y hetairas. Resumidamente, hace un paralelismo entre la prostitución y el matrimonio: ambos son comparables con la esclavitud (amo y esclava). Tal y como dice Beauvoir, a la prostituta se le paga para X momento (es sometida a muchos clientes) y a la mujer casada se la mantiene para el sexo e hijos (sometida a un hombre de por vida). La diferencia entre una y otra, según ella, es la duración del contrato y el precio. O sea, no quiere decir que la mujer que se casa sea una prostituta o al revés, sino que la prostitución es una esclavitud igual que lo es el matrimonio.


Por último, situación y carácter de la mujer: la mujer y el hombre son libres, el hombre tiene más posibilidades de proyectar su libertad porque su situación es mejor de cara a conseguir ciertos objetivos. Esto es lo que explica la desigualdad: los hombres tienen la oportunidad de elegir su existencia, sus vivencias, su destino; no hay nada que los reduzca a la esencia, como sí pasa con las mujeres. Por esta desigualdad, ella expresa la necesidad de una educación equitativa e igualitaria, ya que la educación es el motivo por el que, tanto las mujeres asumen su insuficiencia, como los hombres la suponen.


Simone de Beauvoir cierra su ensayo filosófico con una idea muy clara: la mujer se tiene que rebelar frente al patriarcado: «es necesario, entre otras cosas, que más allá de sus diferenciaciones naturales los hombres y las mujeres afirmen sin equívocos su fraternidad» (pág. 825).

Bibliografía:

Todos los fragmentos citados han sido sustraídos del libro: Beauvoir, S. D. (2017). El segundo sexo (1.a ed.). Ediciones Cátedra.

Colaboradores de Wikipedia. (2020c, octubre 21). Simone de Beauvoir. Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Simone_de_Beauvoir


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