lliria, 05/03/21
Esfinge de Alabastro, Menfis. Fuente: Pixabay
Para dar a conocer a una de las mujeres más interesantes de la Historia debemos trasladarnos al Egipto gobernado por los faraones de la dinastía XVIII, durante el período conocido como Imperio Nuevo. En este contexto, en Tebas, nació Hatshepsut, cuyo nombre puede traducirse como “la primera entre las nobles damas”. La fecha exacta de su nacimiento se desconoce, quizá hacia 1495 a.C. A pesar de pertenecer a la familia real, su ascenso al trono fue complicado y atípico. Hija de Tutmosis I y de la Gran Esposa Real Ahmés, ya desde niña demostró capacidades suficientes como para que el soberano viera en ella a una futura gobernante. De hecho, siendo aún princesa acompañó a su padre a las tierras del Norte, al Delta, en calidad de “Heredera”. Hatshepsut lo tenía todo a su favor para ascender al trono, pero la prematura muerte de Tutmosis I hizo que se coronara al hermanastro de la joven, Tutmosis II.
¿Por qué sucedió esto? Si bien a la hora de gobernar en el Antiguo Egipto se daba preferencia al hombre, el derecho al trono venía por vía materna. Hasta este período, como veremos, el término “faraón” o “faraona” no existía como tal. El nesu (rey) practicaba la poligamia, y dentro del harén existía una jerarquía. La mujer de mayor preeminencia era la Gran Esposa Real, y a continuación le seguían las esposas secundarias y las concubinas. Aunque Hatshepsut, hija de una Gran Esposa Real, tuvo varios hermanos que no sobrepasaron la infancia, sí que existía un varón, hijo de Tutmosis I y la Esposa Secundaria Mutnefert. Así fue como, apoyado por el poderoso bando de esta última, llegaría al trono Tutmosis II.
Las fuentes no dejan muy claro si fue o no una boda forzada. Hacia 1477 a.C. Hatshepsut contaba con unos dieciocho años. De carácter fuerte, le costó verse reducida a Gran Esposa Real. Es decir, alumbraría posibles herederos, aunque no reinaría, ya que el poder lo ostentaba su entonces esposo Tutmosis II. Pero éste, a pesar de tener casi la misma edad que Hatshepsut, era enfermizo y de constitución débil. El reinado no fue muy largo. Durante ese período nacería la hija de ambos, la princesa Neferure, pero también dentro del harén real otro niño, clave para la historia del país del Nilo: Tutmosis III.
Ya hemos mencionado que el joven rey no disfrutó demasiado del trono. En todo caso no pareció vivir más de veinticinco años. Hatshepsut no había dado a luz a ningún varón, pero Isis, una de las concubinas del segundo Tutmosis, ya lo había hecho por ella. La soberana quedaba en una situación comprometida. Sin embargo, sabemos que estaba capacitada para asumir el cargo. Era inteligente y poseía una fuerte personalidad. Y no estaba sola. Si prosperar en Palacio suponía contar con apoyo y aliados, Hatshepsut supo elegir a los mejores. Destacaba el Clero del dios Amón, con el sacerdote Hapuseneb a la cabeza, y por encima de todos ellos una figura fundamental (que sin duda merece artículo aparte): el Canciller Real Senenmut. A ellos volveremos.
Para preservar el orden al fallecer un soberano, el siguiente debía ascender de inmediato al trono. Teniendo en cuenta que el futuro rey era un niño de corta edad, fue Hatshepsut quien asumió la regencia y adoptó el nombre por el que posteriormente será recordada: Maat-Ka-Re. Comienza su gran reinado.
Era corriente que con el ascenso de un nuevo soberano egipcio los países limítrofes pusieran a prueba a Egipto y atacaran sus fronteras. El padre de Hatshepsut había llevado a cabo misiones en Nubia y Siria. Incluso el débil Tutmosis II debió pacificar Nubia. A Hatshepsut tampoco le tembló el pulso a la hora de enviar a los ejércitos, e incluso organizar campañas en las mismas zonas que sus predecesores, y acudir en persona al campo de batalla. De ella se ha llegado a contabilizar hasta seis expediciones. Algunas de ellas simples escaramuzas, pero dejan entrever el carácter firme de la reina. De una de estas campañas se conserva una inscripción en una roca de la isla de Shehel.
Tutmosis I había dejado un país próspero. Su hija no sólo mantuvo esta bonanza, sino que la incrementó a lo largo de su reinado. Grandes constructores, los soberanos egipcios estaban encantados de erigir obras arquitectónicas que hablaran por ellos en siglos posteriores. El primer Tutmosis nos ha dejado un obelisco en Karnak y varias estelas funerarias y conmemorativas sobre sus victorias. El legado de Tutmosis II se refleja en algunas inscripciones sobre la campaña en Nubia, una estatua en Karnak y varias estelas. Con Senenmut como arquitecto y supervisor de los trabajos de la Reina (es muy probable que el anterior arquitecto, Ineni, también estuviera presente), el reinado de Hatshepsut pasaría a ser conocido como una etapa de enorme actividad constructiva. Destaca la tumba en el acantilado occidental de Tebas que diseñó Senenmut para la que todavía era Gran Esposa Real, y que quedó inconclusa, o el Gran Templo de Hatshepsut que construyó en Deir el-Bahari, frente a Tebas. Pero espectacular fue también el traslado de dos gigantescos obeliscos desde las canteras de Asuán hasta el Templo de Karnak. Fue Senenmut quien coordinó la hazaña por el curso del Nilo mediante una flota de barcazas perfectamente coordinadas, a lo que además hubo de añadirse la compleja operación para levantar dichos monolitos de una sola pieza dentro del recinto del templo. A modo de dato, un obelisco podía llegar a medir entre veinte y treinta metros de altura y pesar unas mil toneladas.
Para entender el sentido de esta última operación, es necesario aludir a los conceptos de propaganda e imagen. Consciente de su delicada situación y a pesar de contar con un pueblo satisfecho, Hatshepsut sintió siempre la necesidad de justificar y defender la legitimidad de su posición, no sólo como regente, sino también a la hora de emprender el siguiente y definitivo paso en su reinado: la corregencia a través de la teogamia.
Durante el séptimo año de su regencia (posiblemente a los treinta y un años), Hatshepsut toma una decisión junto con el sacerdote Hapuseneb y el canciller Senenmut: pasar de regente a corregente junto a su sobrino Tutmosis III. Esto significa que Egipto contará ahora con dos faraones en el gobierno. ¿Cómo exponer ante todo el país que es faraón, hija del dios Amón y no sólo de Tutmosis I? Mediante la teogamia. Todo un programa iconográfico en el que indica que su padre mortal y el dios se fundieron en un único ser en el momento en que Hatshepsut fue concebida. Estelas, esculturas e inscripciones contarán la historia legendaria de esta soberana. Legitimada ya como Hija de Amón, aparecerá en los actos oficiales vestida con el faldellín y una barba postiza, a la manera de los monarcas masculinos. Sin embargo, en su esfera más íntima nunca renunció a su feminidad. Y una vez más, como dato de su fuerte personalidad, aparece en los relieves junto a su sobrino, ambas figuras de igual tamaño y ataviadas del mismo modo, pero Hatshepsut siempre en primer lugar.
Esto nos puede llevar a pensar en fricciones con Tutmosis III, o incluso en un intento por parte de Hatshepsut de arrebatar al joven su derecho al trono. Nada parece apuntar en ese sentido. Durante sus primeros años el faraón estaba más interesado en la vida militar y en defender las fronteras del país que en los entresijos de la política, tarea que dejó gustosamente en manos de su tía. Tutmosis III fue un buen faraón y un excelente militar, y gran parte del hombre en que se convirtió fue gracias al esmero de su tía por que recibiera una buena formación. Es aquí cuando ya podemos emplear la palabra "faraón", pues debido a la aparición indisoluble de ambos, resultaba demasiado complejo nombrarles, por lo que se recurrió a la palabra "Per-aa" ("Gran casa"), de la que derivará el término que conocemos, y que adoptarán los posteriores monarcas egipcios.
También hay dudas sobre la especial relación que Hatshepsut mantuvo con Senenmut. Ante todas las prerrogativas y títulos que tuvo el canciller, las numerosas estatuas e imágenes que lo representaron (algunas incluso parejo a la reina en actitud y tamaño), y dibujos en las paredes de Deir el-Bahari teniendo sexo explícito, no faltan voces que afirman que fueron amantes. Hay algunas teorías que apuntan a ello, pero a ojos de muchos expertos no dejan de ser especulaciones. Lo que sí es seguro es el talento de ambos para el gobierno, y supieron emplearlo para engrandecer a la nación.
El hito destacado durante el noveno año de su reinado fue la expedición que organizó al país de Punt, cuya localización es imprecisa, pero probablemente se hallase en la costa oriental africana. Esta campaña supuso un importante impulso para el comercio exterior de Egipto. Así llegaron gran cantidad de productos de lujo como resinas, pieles, maderas de ébano o plantas y animales exóticos.
Hacia 1468 a.C. la estrella de Hatshepsut se va extinguiendo y deja paso a la única figura de Tutmosis III. Es posible que muriera en el retiro años después. A partir de este momento empezará para la reina y su legado lo que se conoce como una damnatio memoriae. A lo largo de los años se producirá una eliminación sistemática de imágenes de Hatshepsut. Se destrozarán sus estatuas y su representación en estelas y relieves se reducirá a un meticuloso piqueteado que hace irreconocibles las imágenes. En muchas de ellas no se ha eliminado a la mujer, pero sí todo cuanto la revestía de faraón. Las primeras teorías han apuntado a un deseo de venganza por parte de Tutmosis III al sentir que su tía le habría arrebatado el trono durante más de dos décadas. Investigaciones más recientes han descartado esta hipótesis. El borrado de imágenes empezó unos veinte
años después de la muerte de Hatshepsut, y se prolongó durante el reinado de los faraones posteriores a Tutmosis III. Puede que la mentalidad de la época no admitiera a una mujer en un papel tan masculino como era el de faraón. Puede que verla a la altura de la divinidad alterase el equilibrio entre el mundo humano y el divino. O que simplemente no se apreciara la validez de esta gran soberana. Sea como fuere, la damnatio memoriae no cumplió su cometido. Hatshepsut, su memoria y su obra han llegado a nuestros días, alcanzando la inmortalidad tan deseada por los antiguos egipcios.
Bibliografía:
Hatshepsut, la reina misteriosa (Christiane Desroches Noblecourt), Ed. Edhasa, Barcelona, 2004.
Breve historia del Antiguo Egipto (Azael Varas), Ed. Nowtilus, 2018.
Los egipcios (Isaac Asimov), Ed. Alianza Editorial, 2011.
colaboradores de Wikipedia. (2021f, febrero 24). Hatshepsut. Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Hatshepsut
colaboradores de Wikipedia. (2020g, noviembre 29). Tutmosis I. Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Tutmosis_I
colaboradores de Wikipedia. (2020b, febrero 27). Tutmosis II. Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Tutmosis_II
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