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La cultura sumeria a través del Gilgamesh

lliria, 25/06/21


Imagen: Panorámico Sunset. Fuente: Pixabay



En ocasiones la lectura de textos muy antiguos puede ayudarnos a entender civilizaciones ya perdidas en el tiempo. Es más, vemos que sus profundas enseñanzas también pueden aplicarse en la actualidad. Y si además, sus reflexiones se encierran en una prosa tan sencilla y agradable como la Epopeya de Gilgamesh (o simplemente Gilgamesh), detenernos en una obra así sin duda merece la pena.


Compuesto hacia el siglo XXII a.C., se dice que es el relato más antiguo de cuantos se conocen. Lo cierto es que nuestra civilización no tuvo ocasión de perderse en sus letras hasta finales del siglo XIX de nuestra Era. Y a pesar de los milenios que nos separan, cada vez que lo hojeamos, sentimos algo muy cercano y cotidiano. Como por ejemplo, al leer sobre el mito del Diluvio Universal mucho antes de que lo recogiera la Biblia.


El argumento de Gilgamesh puede resumirse de la siguiente manera: por voluntad de los dioses, y tras las quejas de los habitantes de Uruk, el déspota rey Gilgamesh conoce a Enkidu, el único hombre capaz de igualarlo en valor, poder y belleza. Ha sido creado por los dioses precisamente para que ambas fuerzas se complementen y Gilgamesh deje de hacer el mal. Pero conforme vamos leyendo, vemos que ninguno de los dos actúa con verdadera maldad. Parecen niños grandes dejándose llevar por sus caprichos (a pesar del daño que puedan ocasionar). El encuentro deriva en una amistad tan profunda – algunas interpretaciones hablan de amor homosexual – que la muerte de Enkidu deja sumido a Gilgamesh en una profunda melancolía. A partir de aquí se suceden meditaciones de calado sobre lo efímero de la vida, la decadencia y la muerte. Gilgamesh vagará en busca de una respuesta que le llevará hasta Utnapishtim, el hombre al que los dioses concedieron la inmortalidad tras superar la dura prueba del Diluvio. Si logra o no su propósito es algo que dejamos a los lectores que aún no conocen la obra. Su lectura desde luego es muy recomendable, y el final, inesperado.


Ya hemos comentado que tanto Gilgamesh como Enkidu parecen moverse por impulsos. Llama la atención a lo largo de la obra la importancia que cobra la necesidad de satisfacer los deseos inmediatos, trampas que parecen poner los dioses para que se cumplan los funestos presagios de la trama. Basta con ver cómo antes de conocer al rey, Enkidu se deja seducir por la sacerdotisa Shamhat, quien además toma un papel activo en la domesticación de Enkidu, ya que éste vive y actúa en el monte como un animal. Otros ejemplos de impulsividad se muestran en el deseo de Enkidu de encontrarse con Gilgamesh y de medir con él sus fuerzas, y a la vez el anhelo de encontrar en este rey a un amigo. O el empeño de Gilgamesh por enfrentarse al terrible monstruo Humbaba, que custodia el Bosque de los Cedros.


Escrito con una elegante sencillez, casi a modo de cuento infantil, el relato fluye de manera muy efectiva gracias a las continuas repeticiones. Por ejemplo, jornada tras jornada, Gilgamesh se mueve la misma distancia y realiza idéntico ritual, acciones que el narrador expresa exactamente con las mismas palabras. Podemos pensar que estas reiteraciones van a resultarnos tediosas, pero el efecto es el contrario. Del mismo modo, cuando un personaje cuenta lo que le sucede a un segundo personaje, vemos que el discurso se repite palabra por palabra para un tercero, lo que dota al relato de una aparente inocencia. Pero, lejos de ser inocente, estamos ante un texto de gran trascendencia, que nos recuerda no sólo la importancia de la amistad y el valor de la vida por ser finita, sino la inutilidad que supone la búsqueda de la inmortalidad. Los dioses así lo han dispuesto. No hay más.


Existen distintos aspectos en la cultura sumeria que se muestran de forma muy patente a lo largo del texto. Uno de ellos es la alusión constante a los números seis y sesenta para distancias, lapsos de tiempo, etc. Esto se debe al sistema numérico sexagesimal que adoptaron los antiguos sumerios. También la simbología de la montaña como entorno sagrado, ya que los dioses moraban en ella (no hay que olvidar la forma de montaña que adquirían los zigurats, en cuya cúspide se alojaban las divinidades).



Imagen: Iglesia Ventana. Fuente: Pixabay



Como hemos comentado, Gilgamesh menciona el Diluvio Universal mucho antes de que nos llegue a través de las Sagradas Escrituras. Según la tradición sumeria, el dios Enlil, señor del cielo y de la tierra, decide enviar una serie de castigos a los humanos para aniquilarlos. Como no obtiene el resultado que desea, acaba cayendo sobre los desdichados mortales una terrible inundación. Algo que cobra sentido para culturas que dependían de la irrigación de sus cultivos por medio de los ríos.

Así las cosas, el dios Ea, el más astuto del panteón sumerio, corre a avisar a Utnapishtim, eludiendo la prohibición de Enlil para alertar a los hombres. Entonces le da el aviso a las paredes de la cabaña donde reside Utnapishtim, quien recoge las instrucciones para construir una embarcación que salvará a personas y a animales. Viendo Enlil el éxito de la empresa, y que había sido Ea quien había urdido la estratagema, accede a perdonar a los humanos y concede a Utnapishtim la inmortalidad.


Por último, es importante mencionar el papel de las sacerdotisas en la cultura sumeria. Ya hemos visto cómo Shamhat tiene en la obra una labor fundamental. Hace mucho más que seducir – y agotar sexualmente – a Enkidu. Lo viste, le acerca a personas civilizadas, le habla de la ciudad y le enseña a comportarse. Las sacerdotisas no solamente rendían culto a la diosa Ishtar entregándose a fieles, poderosos e incluso reyes mediante lo que hoy veríamos como prostitución. También podían poseer un amplio bagaje cultural. Como ejemplo, tenemos a la poetisa-sacerdotisa Enheduanna, la primera persona (entre escritores y escritoras) que imprimió su firma en los poemas de su autoría. Es decir, que el primer escritor conocido de la Historia fue mujer. Sin duda merece un artículo aparte.


A modo de conclusión, encontramos en Gilgamesh el aroma del Oriente más antiguo, que ornamentado en lo justo, llega al lector de nuestros días. Sin duda, la primera gran joya de la literatura universal.










Bibliografía:


- Gilgamesh (Versión de Stephen Mitchell), Ed. Alianza Editorial, 2008

- Breve historia de los sumerios (Ana Martos Rubio), Ed. Nowtilus, 2012



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