Eva Martín, 05/02/2021
Durante la primavera de 1853, en Zundert , en el seno de una familia neerlandesa, hijo de un humilde pastor y una agradable mujer, nació un niño pelirrojo, uno de los principales exponentes del postimpresionismo: Vincent Van Gogh, nombre que ya le habían puesto a un hermano que nació sin vida un año antes.
Durante su infancia, que él describió como «triste, fría y estéril», acudió a la escuela de forma irregular, por lo que fue enviado a diferentes internados. Conforme pasaba el tiempo trabajó como comerciante de arte, profesor, estudió Teología, e incluso partió como misionero a Bélgica, pero finalmente, a los 27 años, decidió dedicarse a la pintura, una edad que algunos consideran tardía. Sin embargo, Van Gogh pintó alrededor de 900 cuadros y más de 1600 dibujos, sobre todo durante sus últimos años de vida.
En 1886 Van Gogh se fue a París para unirse con su hermano, Theo, con el que tuvo una estrecha relación durante toda su vida. En aquella mítica y bohemia ciudad conoció a otros pintores como Pissarro, Monet y Gauguin y, más tarde, decidió irse al sur de Arles, donde tuvo la esperanza de abrir una escuela de arte con ellos. Se dice que el artista francés, Paul Gauguin, fue quien le cortó la oreja, ya que estos tendían a tener violentas peleas, e incluso se cuenta que Theo sobornaba al francés para que siguiera viviendo con su hermano. Sin embargo, quizá nunca conozcamos la realidad, ¿se cortaría él mismo la oreja, o tal vez fuera Gauguin?
La vida de Van Gogh fue oscureciendo, comenzó a tener ataques y su estado mental empeoró, por lo que fue internado en el manicomio de Saint-Rémy, donde pintó algunas de sus grandes obras como Los lirios, La noche estrellada o Los olivos.
El pintor sufrió durante toda su vida depresión, era descrito como un «sucio, mal vestido y desagradable», solo vendió un cuadro durante su vida, bebía hasta quedar inconsciente, tuvo relaciones sentimentales desastrosas, fue mantenido por su hermano, ya que este le compraba la pintura, e incluso se dice en ocasiones ingería algo de esta pintura amarilla porque pensaba que así sería feliz.
Hace 131 años, durante un verano en la pequeña ciudad francesa de Auvers-sur-Oise, Van Gogh sufrió una herida de bala que lo llevó, dos días después, a su muerte. Según su querido hermano, las últimas palabras que pronunció el magnífico pintor fueron: «la tristeza durará para siempre», dando así fin a la depresión que le había acompañado durante la mayor parte de su vida. Hay diversas teorías que discuten si esto fue un suicidio o un asesinato y, de nuevo, continuaremos con la incógnita de qué fue lo que realmente sucedió en aquella ciudad a 20 millas de París.
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